En la búsqueda de liberar esa “espontaneidad”, debe enfrentarse a la incompletitud, a su vulnerabilidad, incertidumbre y a la supuesta sensación de seguridad que ofrece el “no-cambio”. Las circunstancias para que una persona decida iniciar un proceso de coaching, pueden ser variadas y pueden ir desde un quiebre personal, la necesidad resolver conflictos, lograr plenitud emocional, alcanzar un objetivo profesional, un cambio de vida o incluso de habitat. La misión del guía, en estos casos, es la de “dar poder” al consultante (coachee), para que pueda asumir el cambio en sus propias manos. Es allí donde se obra la transformación: Al poder hacerle frente y dar una respuesta nueva.

El término “coaching”, que se ha adoptado universalmente, proviene del inglés (“to coach”, entrenar, guiar, enseñar…), es un método que consiste en acompañar, instruir y entrenar a una persona o a un grupo de ellas, con el objetivo de conseguir alguna meta o desarrollar habilidades específicas.

Una de las definiciones que más me ha gustado sobre que el rol de un coach, es la que nos ofrece el autor argentino Leonardo Wolk, quien nos dice que un coach debe ser a la vez un Líder, un Provocador, un Detective y un Alquimista.

El coaching puede ser entendido como un estilo de liderazgo, de conducción. Y por ende, el coach que se pone al frente de éste proceso debe asumir el rol de Líder. A mi entender puede expresarse ante el coachee o el grupo, como un líder silencioso pero presente o un líder activo aunque no por ello invasivo (alineándose en esencia con la filosofía taoísta por la que siento mucha admiración). Allí el coach debe manifestar de manera inequívoca su capacidad de liderazgo consciente. Y el líder es un motivador intrínseco y extrínseco para la persona o para el equipo. Debe potenciar sus habilidades. No debe decir “cual” es el camino sino lograr que los consultantes puedan llegar a ver que existen caminos alternativos y empoderarlos para que puedan elegirlos de manera efectiva.

Detective, pues investiga y explora, sin juzgar, con la avidez de un sabueso. Un Provocador. Me siento más identificado con la postura del provocador que con la del facilitador. Porque en si el coaching es un proceso provocador ya que requiere cuestionar las estructuras rígidas de nuestra forma de ser y las antiguas prácticas que nos indicaban “como deben ser las cosas”.

Y finalmente se convierte en un Alquimista, pues ayuda a transformar la conciencia del observador, ya que al transformar nuestra manera de observar, estaremos transformando la manera de actuar, de operar en el mundo y de este modo los resultados que obtengamos serán diferentes.

Hablamos de Coaching Ontológico pues hace sentido al ser. Al sentido del ser tanto como persona como al sentido del ser del lenguaje, en tanto constituye al ser humano y entendiendo al lenguaje como un generador de realidades en un mundo que es un espacio de posibilidades.

Hablamos de Coaching Transformacional porque entendemos que nada ocurrirá si no realizamos una transformación personal. Y Coaching Sistémico, ya que abordamos la problemática del individuo pero no desligándola del contexto al que pertenece, a su “sistema”, y permitiéndole abrir ese entorno, para entender como el mismo lo influencia en el logro de sus objetivos.