En el camino de la sexualidad sagrada, la mujer encuentra muchas herramientas hacia la sanación, el autodescubrimiento y el empoderamiento auténtico. Una de ellas es la práctica de ser testigo de excitación (“Witnessing of one’s own solo arousal” / “Testigo de masturbación consciente”), una disciplina derivada del yoga orgásmico y del Sexological Bodywork, que invita a observarse y dejarse ver, con compasión y respeto. Aquí te comparto lo esencial de esta práctica, sus orígenes, sus beneficios, y cómo podés experimentar con ella — sola y con guía.
El Sexological Bodywork surge con Joseph Kramer, pionero en educación somática sexual, quien diseñó prácticas como el Yoga Orgásmico para que las personas entrenen su capacidad de sentir, expandir y sostener el placer.
Por otro lado, Mary Starks Whitehouse, terapeuta y creadora del Movimiento Auténtico, introdujo la figura del testigo: un observador silencioso que, con su presencia, permite que el cuerpo se exprese libremente. De allí nace la idea de que no siempre hace falta intervenir; a veces, lo sanador es simplemente ser visto en verdad.
Estas dos líneas de trabajo convergen: el trabajo con sensibilidad corporal, con la energía interior, con la autoobservación, con el darse permiso para sentir, sin prisa ni vergüenza.
La práctica es sencilla en apariencia: una mujer se da placer a sí misma mientras alguien la observa sin emitir juicios, sin correcciones ni comentarios. El testigo no tiene un rol activo, más que el de ofrecer una presencia compasiva, como un espejo humano que sostiene lo que ocurre.
Este gesto aparentemente simple transforma profundamente la experiencia. Cuando la mujer se sabe mirada desde la aceptación, su cuerpo responde de otra manera: la respiración se expande, los movimientos se liberan, la imaginación erótica se abre y aparecen sensaciones nuevas que rara vez surgen en la intimidad solitaria.
Es una práctica que va más allá del placer físico: invita a la mujer a percibirse, reconocerse, sanar inseguridades y patrones de culpa o vergüenza.
Ser observada en la propia excitación abre un territorio inesperado. Muchas mujeres descubren que, al sentirse vistas sin ser juzgadas, dejan de lado viejas costumbres automáticas y exploran formas inéditas de tocarse. El cuerpo ya no busca “cumplir” con un orgasmo rápido ni responder a mandatos aprendidos: se abre al juego, a la curiosidad, a la creatividad.
Esta práctica también ayuda a reconciliarse con la propia historia sexual. Ser mirada con ternura puede sanar memorias de vergüenza o de silencio. El testimonio compasivo refuerza la autoestima erótica, recordando que el placer no es algo que deba esconderse o justificarse, sino un derecho natural.
En definitiva, el beneficio más profundo es la sensación de libertad interna: sentirse reconocida, legítima en el deseo, capaz de habitar su cuerpo sin miedo ni máscaras.
Se puede vivir esta experiencia de dos maneras. En la intimidad privada, podes comenzar a explorar sola, dándote permiso para imaginar que alguien te observa con una mirada amorosa. Esa presencia simbólica puede ser la de una persona de confianza o una figura interna que acompañe. Esta simple fantasía basta para que el cuerpo se sienta sostenido y la práctica se vuelva diferente.
Con guía terapéutica, en cambio, el ejercicio adquiere un marco más claro y profundo. El terapeuta especializado se convierte en testigo real: acuerda tiempos, escucha la intención de la mujer, presencia la sesión con respeto y, al final, abre un espacio de reflexión. No se trata de evaluar lo que hizo bien o mal, sino de integrar lo vivido: qué sensaciones aparecieron, qué emociones se despertaron, qué aprendizajes surgieron.
Ambos caminos son válidos y complementarios. La práctica privada permite la exploración íntima y personal; la acompañada, en cambio, ofrece un sostén más firme y una mirada entrenada para contener procesos de mayor profundidad.
"Cuando una mujer se permite ser vista en su excitación, descubre su propio sacerdocio de placer.."
Desde mi punto de vista, ser testigo de excitación es una práctica revolucionaria para la mujer que busca encontrarse, desperezarse, sanar heridas antiguas y recuperar su poder sexual. No es algo que se “logra” de golpe, sino algo que se cultiva, que se nutre con constancia, con paciencia y con coraje.
Te invito a animarte: probala en privado, probala con un guía. Permitite ser vista en tu excitación. Permitite que te vean sin juicio, que te reciban en tu vulnerabilidad. Permitite que el placer propio se vuelva un espejo de empoderamiento, sanación y transformación.
Cada mujer que se permite ser vista en su excitación se reencuentra con su poder, con su derecho al goce y con la certeza de que su cuerpo es un templo. Practicarlo, ya sea en soledad o acompañada, es abrir la puerta a un placer más consciente, más libre y más verdadero.
Fernando Far se desempeña como «Life, Sex & Business Coach» asistiendo tanto a las personas como a las organizaciones en sus procesos de cambio y transformación.
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