Masajes Tántricos: Mi experiencia como terapeuta y guía sexual

Hace años que acompaño a mujeres en su recorrido hacia una sexualidad más plena, libre y conectada con su cuerpo. El masaje tántrico no es solo una técnica que aplico: es una ceremonia íntima, una invitación a habitar el cuerpo de otra manera, a volver a sentir, a explorar lo que muchas veces quedó dormido o fue negado.

Las mujeres que llegan a una sesión conmigo lo hacen por distintas razones. Algunas vienen movidas por la curiosidad, otras por el deseo de abrirse al placer, de reconectar con su energía sexual, de cerrar ciclos, de animarse a romper mandatos que pesan sobre su cuerpo y su deseo. A veces buscan sanar, otras simplemente explorar. Lo cierto es que en todas hay una búsqueda profunda y valiente.

La mayoría de las mujeres que me consultan tienen entre 25 y 50 años, aunque no hay edad que limite este tipo de experiencia. Lo que sí suele aparecer en muchas de ellas es una pregunta que sigue siendo un gran tabú: “¿El masaje tántrico incluye penetración?”

Penetración, consentimiento y presencia

Algunas mujeres lo preguntan desde el primer momento, y lo hacen tanto para aclarar que no desean que eso ocurra, como para manifestar que sí les interesa incluirlo. Otras no lo definen de entrada, y lo expresan en el transcurso de la sesión, con palabras o con gestos muy claros. En esos casos, si hay acuerdo y consentimiento mutuo, puede suceder.

Pero es fundamental entender que no es algo que esté dado por hecho ni mucho menos. La decisión debe nacer exclusivamente de quien recibe el masaje. Como terapeuta, jamás propongo ni sugiero la penetración. No forma parte del “ofrecimiento” de la práctica. Y, aunque haya un pedido, puedo considerar que no es adecuado para ese momento o esa sesión.

Cuando sucede, si sucede, la penetración es ritual. No se trata de un acto sexual como lo entendemos culturalmente. No hay urgencia, ni desenfreno. Es parte del masaje, una extensión más del cuerpo que toca y que es tocado. Como suelo decir: el masaje se da y se recibe con todo el cuerpo, y el Lingam puede ser también una herramienta de energía y de contacto profundo.

Este tipo de experiencia no debe confundirse con lo que se conoce como sexo tántrico en un sentido amplio. Cuando hablamos de una práctica de unión sexual verdaderamente sagrada dentro del Tantra, estamos hablando del Maithuna, el rito tántrico por excelencia donde el Lingam y el Yoni se encuentran en un acto ceremonial de conexión energética, espiritual y corporal. El Maithuna es otra dimensión del Tantra, con sus propios tiempos, códigos y profundidad, muy distinta a lo que se puede vivir en una sesión de masaje. Es importante diferenciarlas.

Eso sí: nunca recomiendo incluir la penetración en una primera sesión. Es importante conocerse, crear un espacio de confianza y respeto, y sobre todo dejar que el proceso tenga su tiempo.

El masaje tántrico es, en definitiva, una forma de amor. Un acto de presencia. Una puerta que se abre para entrar en una dimensión más sagrada del cuerpo y del deseo.
Un marco claro y una práctica consciente

Para enmarcar todo esto de manera clara y cuidada, antes de cada sesión se firma un acuerdo de consentimiento. Allí se explicita todo lo hablado, se acuerda lo que puede o no suceder, y se establece un marco ético que protege tanto a quien recibe como a quien guía. Esto no solo da claridad, sino que habilita un espacio real de entrega, sin confusión ni ambigüedad.

Como terapeuta, practico desde hace años el arte de la inyaculación, una vía tántrica a través de la cual es posible vivir el orgasmo sin eyacular. Esto no solo me permite sostener la energía vital de manera más consciente, sino también estar presente de forma íntegra durante toda la práctica, sin dejarme arrastrar por automatismos o pulsiones que desvíen el propósito terapéutico del encuentro.


"El masaje tántrico no es solo una técnica que aplico: es una ceremonia íntima, una invitación a habitar el cuerpo de otra manera, a volver a sentir, a explorar lo que muchas veces quedó dormido o fue negado."


Conclusión

Mi experiencia como terapeuta en este camino ha sido profundamente transformadora. Acompañar procesos tan íntimos, presenciar cómo una mujer vuelve a habitar su cuerpo con placer, con verdad, con coraje… es algo que no deja de conmoverme.

El masaje tántrico es, en definitiva, una forma de amor. Un acto de presencia. Una puerta que se abre para entrar en una dimensión más sagrada del cuerpo y del deseo.


por FERNANDO FAR

Fernando Far se desempeña como «Life, Sex & Business Coach» asistiendo tanto a las personas como a las organizaciones en sus procesos de cambio y transformación.

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